«María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro…partieron a toda prisa…con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron» Mateo 28, 1. 8-9
Hemos vivido el Triduo Pascual experimentando la Resurrección del Señor, Jesús ha vencido a la muerte, ha puesto la luz sobre las tinieblas y ha traido la esperanza.
El Papa Emérito Benedicto XVI nos decía en el Lunes de pascua en el año 2011:
Surrexit Dominus vere! Alleluja! (El Señor ha resucitado! Aleluya!) La Resurrección del Señor implica una renovación de nuestra condición humana. Cristo ha vencido la muerte, causada por nuestro pecado y nos devuelve la vida inmortal. De este acontecimiento brota toda la vida de la Iglesia y la existencia misma de los cristianos.
Uno de los signos característicos de la fe en la resurrección es el saludo entre los cristianos en el tiempo pascual, inspirado en el antiguo himno litúrgico: “¡Cristo ha resucitado! ¡ Verdaderamente, ha resucitado¡”. Es una profesión de fe y un compromiso de vida.
¿Cómo podemos encontrar al Señor y hacernos cada vez más sus auténticos testigos? San Máximo de Turín afirma: “Quien quiere alcanzar al Salvador, primero lo debe poner con la propia fe a la derecha de la divinidad y colocarlo con la persuasión del corazón en los cielos”, por lo tanto, debe aprender a dirigir constantemente la mirada de la mente y del corazón hacia lo alto de Dios, donde Cristo ha resucitado. Entonces, en la oración, en la adoración, Dios encuentra al hombre. El teólogo Romano Guardini observa que “la adoración no es algo accesorio, secundario….se trata del interés último, del sentido y del ser. En la adoración el hombre reconoce aquello que vale en sentido puro, simple, y santo”. Sólo si sabemos dirigirnos a Dios, rezarle, nosotros podemos descubrir el significado más profundo de nuestra vida y el camino cotidiano es iluminado por la luz del Resucitado.
El Papa Emérito pedía invocar a la Virgen María, para que nos ayude a cumplir fielmente y con alegría la misión que el Señor Resucitado confía a cada uno de nosotros.
Recordando que la claridad victoriosa de su semblante debe iluminar vuestras vidas, vuestras familias y vuestras ciudades, y fortalecer también vuestros corazones con la esperanza de la salvación que Cristo nos ha ganado con su pasión gloriosa.
En el 2015 una de las Cartas pastorales de pascua del arzobispo de Madrid, Monseñor Carlos Osoro Sierra se encuentra un fabuloso mensaje que dice que no hay ninguna propaganda que pueda hacer tanto como la esperanza.
Sin la Resurrección de Cristo el ser humano y la historia permanece a oscuras, como permaneció a oscuras lo que en el principio existía, hasta que Dios dijo “hágase la luz”. Así ha permanecido en la oscuridad todo hasta la Resurrección de Cristo. Sabed que cuanto existe y se mueve dentro de la Iglesia: sacramentos, palabras, instituciones, saca su fuerza de la resurrección de Cristo.
Y con lo importante de los sacramentos, el Padre Carmelita Descalzo Rómulo Cuartas, en sus reflexiones de pascua del 2005, nos lleva a reflexionar la afirmación de Santa Teresa de Jesús con toda la fuerza de su fe que el lugar privilegiado donde todos tenemos acceso a Jesús en la globalidad de su entrega, desde la encarnación hasta su resurrección y glorificación, es en la Eucaristía.
En la Eucaristía está “disfrazado”. En cierto modo cosificado y sujeto a los límites y condicionamientos del símbolo sacramental». Sin embargo, quien así se disfraza es el Señor Resucitado. Así lo atestigua la experiencia de la Santa: «En algunas cosas que me dijo, entendí que después que subió a los cielos, nunca bajó a la tierra, si no es en el Sacramento, a comunicarse con nadie». Apoyados en el recurrente testimonio teresiano, podemos decir que «siempre que contempló a Cristo en la Eucaristía lo vio con las características del Resucitado; Eucaristía y Resurrección quedan íntimamente vinculadas en la espiritualidad teresiana, ya que además de percibir en la Eucaristía a Jesucristo resucitado, experimentaba que ésta era alimento que transforma nuestro ser en el de Jesucristo».
Ahora, esta vitalidad de la Resurrección, la encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica donde dice que creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. «La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella» (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1) (991)
Santo Tomás de Aquino considera que la doctrina sobre la resurrección es natural respecto a la causa final (porque el alma está hecha para estar unida al cuerpo, y viceversa), pero es sobrenatural respecto a la causa eficiente (que es Dios) (Cfr. Santo Tomás, Summa contra gentiles, IV, 81).
Así también Santo Tomás en Suma teológica, Parte IIIa, Cuestión 53, sobre la resurrección de Cristo, expone necesario que Cristo resucitase por cinco motivos:
Primero, para recomendación de la justicia divina, que es la encargada de exaltar a los que se humillan por Dios, según aquellas palabras de Lc 1,52: Derribó a los poderosos de su trono, y exaltó a los humildes.
Segundo, para la instrucción de nuestra fe. Por su resurrección, efectivamente, fue confirmada nuestra fe en la divinidad de Cristo porque, como se dice en 2 Cor 13,4, aunque fue crucificado por nuestra flaqueza, está sin embargo vivo por el poder de Dios. Y, por este motivo, se escribe en 1 Cor 15,14: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana es nuestra fe.
Tercero, para levantar nuestra esperanza. Pues, al ver que Cristo resucita, siendo El nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos. De donde, en 1 Cor 15,12, se dice: Si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo algunos de entre vosotros dicen que no hay resurrección de los muertos?
Cuarto, para instrucción de la vida de los fieles, conforme a aquellas palabras de Rom 6,4: Como Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
Quinto, para complemento de nuestra salvación. Porque, así como por este motivo soportó los males muriendo para librarnos de ellos, así también fue glorificado resucitando para llevarnos los bienes, según aquel pasaje de Rom 4,25: Fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación.
Finalmente nuestro Papa Francisco, en su mensaje de Pascua nos recordaba que Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
Ante las simas espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación. Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío, estas fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida.
«Nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la servidumbre a la redención. Por eso decimos ante él: ¡Aleluya!» (Melitón de Sardes, Homilía Pascual).
Haz clic aquí para leer el mensaje completo de pascua del Papa Francisco.
Entonces con todo esto encontramos una figura claramente enlazada y justificada, iniciada en la muerte de Jesús por amor, la cual es vencida con la Resurrección, quedándose con nosotros en la Eucaristía para poder comerle, y adorarle como María Magdalena, apareciendo una luz eterna de esperanza y salvación para todos.
¡Feliz Lunes de Pascua!
El Señor ha vencido la muerte! Aleluya!
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente, ha resucitado¡
¡Adorémosle¡
Hermosa Alabanza para éstas fiestas de Resurreción:
«…grandes Milagros hizo el Señor, ya venció a la muerte !Resucitó!»
Fuentes:
Zenit, Vatican.va, Aciprensa, OpusDei.es, Rome Reports, Suma Teológica (Santo Tomás de Aquino)